martes, 22 de abril de 2008

Viajar sol@


Que viajar es todo un privilegio y un placer no lo duda nadie pero, ¿y viajar solo? Dicen por ahí que todo hay que probarlo en la vida. Los menos, aventureros e intrépidos se lanzarían allí donde Cristo perdió el mechero sin compañía alguna, pero la mayoría de nosotros, reconozcámoslo, no sacaríamos un pie de la cama sin arrastrar a nuestro osito de peluche por miedo a que Jack el destripador surgiera de entre las sombras. Yo una vez viajé sola... Porque los peluches no cuentan como animal de compañía, ¿verdad? - Sí, me llevé a mi osito Luis, por si las moscas -. Subí al avión feliz, convencida de que todo saldría a la perfección. Tenía 16 ó 17 años y la idea de alejarme de mis padres una temporada se me antojaba cuanto menos atractiva - seguro que a ellos les haría más ilusión todavía librarse unos días de su entonces insoportable hija adolescente-. Supuestamente, hablaba a la perfección el idioma del país de destino: Deutschland.


Primer contratiempo: una azafata menudita, rubia y de ojos azules anunció a través de los altavoces con la voz nasal que tanto caracteriza al gremio, el supuesto y típico discurso de antes del despegue: "este avión tiene ocho salidas de emergencias, los chalecos salvavidas están colocados debajo de sus asientos, abróchense los cinturones, bla bla bla bla bla bla ba bla bla bla. Y digo supuesto porque no entendí una sola palabra de lo que aquella santa alemana decía. Sufrí un ligero ataque de pánico y miré a mi osito Luis desesperada, pero parecía que él tampoco entendía el idioma.

Primer consejo para el que viaja solo: si no dominas inglés y desconoces el idioma del país en cuestión, pon en práctica
la archifamosa técnica de hablar muy alto y muy despacio (se-pa-ran-do bien las sí-la-bas) en tu propia lengua, como si el que te escuchara fuera sordo o subnormal. ¿Será una costumbre española? Y sino, siempre te quedará el idioma universal: el lenguaje de signos. ¡Señalando se llega al fin del mundo!

Segundo contratiempo: visto que Luis no iba a ser de mucha ayuda (desde aquel viaje a Alemania me he deshecho de todos mis peluches) seguí al resto de pasajeros hasta la sala de recogida de equipajes. Sorprendentemente, mi maleta no tardó en aparecer. ¡Qué puntualidad la alemana! Dado que soy mujer me llevé mucho más ropa de la necesaria y aquel saco pesaba unos 50 kilos más que yo. Traté de tirar de ella y me fue del todo imposible. Avergonzada, la dejé pasar y esperé a que diera una segunda vuelta. Finalmente, un amable señor bigotudo se apiadó de mí y me ayudó a bajarla de la cinta.

Segundo consejo para el que viaja solo, especialmente si eres mujer: por mucho que creas que vas a usar esos zapatos tan monos que compraste en las rebajas, no te los lleves. Seamos realistas, los tacones y el turismo se llevan especialmente mal. Tampoco son necesarios el secador, la mascarilla antigranos, siete conjuntos divinos, los pantalones "por si" (por si llueve)... En fin, prepara el equipaje usando un poquito la cabeza.
Segundo consejo para el que viaja solo, especialmente si eres hombre: si nosotrotas pecamos por exceso, vosotros lo hacéis por defecto. ¡Ahorrar espacio y peso en la maleta no significa llevarse una sola muda de calzoncillos! Quién sabe, quizá ligues, recuerda que estarás solo y por tanto, con mayor predisposición a conocer gente.

Tercer contratiempo: el albergue-hostal-hotel-apartamento JAMÁS será como luce en las fotos. Yo me hospedé en lo que ahí denominan Jugendherbergen. Siempre recordaré aquel albergue cutre como el peor antro en el que haya dormido. Si no eres de los juerguistas, querrás llegar a una habitación acogedora y alegre en la que por las noches no necesites aferrarte más fuerte de lo normal a tu osito de peluche.

Tercer consejo para que viaja solo: pregunta en algún foro de Internet en qué condiciones se encuentra el
Jugendherbergen en el que pretendes dormir.

Cuarto contratiempo: no hay cuarto contratiempo.

Cuarto consejo para el que viaja solo: tampoco hay cuarto consejo

Quinto contratiempo: pese a las dificultades de mis primeras horas de viaje, salí a la calle con ganas de comerme el mundo. Quería visitar la ciudad, degustar su gastronomía y sobre todo, conocer a sus gentes. Pero no había tenido en cuenta tres factores importantes: 1) la gente de a pie no estaba de vacaciones como yo y, por tanto, tampoco estaba para grandes fiestas 2) los únicos con ganas de juerga eran otros turistas que, como yo, deambulaban de arriba a abajo por las calles de Heidelberg con la cara de satisfacción que profiere el estar de holydays
3) los alemanes y los españoles somos muy diferentes...

Quinto consejo para el que viaja solo: 1) acuérdate la mala leche que llevas tú cuando ves a los típicos guiris restregando su felicidad vacacional delante de tus narices . Probablemente no quieras que un irlandés medio piripi te pregunte que si quieres beber sangría e ir a los toros con él. "Yo Tim, ¿tú cómo llamar?; tú y yo triqui triqui on the toros; yo comer tortilla de patatas. ¡LOS TURISTAS NOS VOLVEMOS MEDIO IMBÉCILES!

Vamos... que no hay nada mejor que viajar solo, jajaja. Fuera de bromas, es una experiencia altamente recomendable. Haces lo que quieres, cuando quieres y como quieres. ¡Eso sí que es libertad! Al final Luis y yo lo pasamos de maravilla.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajjajaa

Muy bueno y divertido. Y cuanta razón tienes.

Anónimo dijo...

Nunca he viajado, porque yo no llamo viajar a salir con mi rebaño de cabras todas las mañanas para que pasturen por los campos cercanos a mi pueblo.
Sí, soy pastor. Pastor y lugareño.
Hace unos tres años me decidí abandonar por primera vez mi pueblo, hacer un viaje, lejos, muy lejos. Ir a uno de esos sítios de donde viene esa gente tan rara que me hace fotos cuando estoy guiando mi rebaño, y que me piden permiso para hacerse una foto conmigo, incluso me piden la boina para retratarse con ella.
Quise ir a uno de esos sítios.
Pero no quise ir sólo, queria llevarme conmigo a Manuela, mi cabra preferida. Tengo cariño por ella, no podria irme y dejarla sóla, se pondria triste si no me ve. La llevaria conmigo, pero no le diria nada hasta la hora de partir, seria una sorpresa, así que sin que se diera cuenta le hice una foto para su pasaporte.
Le llevé la foto al maestro de la escuela que es el único del pueblo que vino de fuera hace años para que me ayudara.
"No puedes llevarte la cabra", me dijo. ¿Porqué?, quise saber yo. "Porque sale con los ojos cerrados en la foto".
Entonces comprendí que Manuela lo hizo a propósito porque siempre tiene los ojos grandes y brillantes. Me calé mi boina y olvidé la idea.
Nunca te dejaré sóla Manuela.

Anónimo dijo...

Pues lo de tu rebaño y viajar podrían ser experiencias comparables!!! :)

BARCEDONA