La Tabula Rasa de los Futuristas Italianos en Milán
Querían quemar los museos, las bibliotecas y bajar a las calles para gritar, hacer ruido, recitar poemas sin sentido, arrancar los motores de los coches y declarar su oposición con el pasado. Son los futuristas italianos, un movimiento encabezado por el poeta fascista Filippo Tommaso Marinetti, cuyo mensaje era el de la época moderna, del cambio industrial que se operaba a principios del siglo XX. Erigen las máquinas y el movimiento como los símbolos del progreso, renunciando a cualquier elemento académico y sinónimo de lo anterior. El arte futurista tuvo una actitud violenta y revolucionaria, más que cualquier otro movimiento artístico de vanguardia.
“Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad”, declara el primer principio del Manifiesto Futurista publicado en el periódico francés Le Figaro, en 1909. Artistas como Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo y Gino Severini fueron los más activos en el escenario futurista. Adoraban pintar coches, movimientos urbanos, caballos, puesto que la llegada de la electricidad, del teléfono, de los aviones y del cine cambió la perspectiva de la belleza: ésta es sinónimo de velocidad e industrialización.
Esos temas dominaban las pinturas, hechas con colores violentos, en los cuales se notaba la pincelada furiosa y dinámica del artista, el bullicio de la ciudad ilustrado por una pérdida de referencias espaciales y unos espacios sobrecargados. El arte se hace el eco de la relación entre el hombre y la ciudad.
La escultura de Umberto Boccioni, Formas Únicas de Continuidad en el Espacio (1913 - ver foto), es una de las obras más características ya que conlleva esa búsqueda del movimiento de la forma y esa fuerza potente tan querida de los futuristas. Hoy en día aparece en la cara de las monedas de veinte céntimos de euro italianas.
La literatura, la arquitectura, la publicidad, la música, el cine y otros artes fueron otras vías de expresión de ese nuevo espíritu. En poesía, se escriben poemas que no son lindos versos, sino series de onomatopeyas, que se recitaban en voz alta y en varios idiomas al mismo tiempo, creando de esta manera un caos sonoro nunca inventado: reinventan el lenguaje haciéndolo guerrero y nacionalista.
Antonio Sant’Elia y Mario Chiattone propusieron en 1914 – fecha del fin del fin del movimiento – los primeros dibujos sobre una ciudad moderna junto con el Manifiesto de la arquitectura futurista, un proyecto para una ciudad utópica, la Ciudad Nueva. Se defienden las estructuras de hierro y cristal, las estaciones de trenes y aeroplanos, las centrales eléctricas, los ascensores, etc. Elementos que, según ellos, eran los símbolos de un rejuvenecimiento del mundo en vigor.
El espíritu futurista tendrá su influencia en los movimientos posteriores como el Dadaísmo o el Constructivismo. Marcel Duchamp se inspiró mucho de la actitud de tabula rasa, una locución latina que ilustra la acción de no tener en cuenta los hechos pasados, de limpiar la mesa de toda escritura, de toda creación.
Viaja hacia los orígenes de ese movimiento italiano, preparando una estancia en su ciudad de nacimiento: Milán, la capital lombarda. Para disfrutar de la ciudad sin tener que arruinarte, alquila Apartamentos en Milán, son ideales.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
La Tabula Rasa en Milan
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario